sábado, diciembre 09, 2006

Un despuntar de espumas en los labios...

Un despuntar de espumas en los labios
La gema de las aguas en los senos
Y la sed cual molusco entre las manos

El cuesco de la brisa entre los dedos
Un racimo de gotas desleídas
Y un cocuyo de mar como el deseo

La carne de la lluvia estaba ardiendo
La admiraba en su canto un denso oleaje
Y esperaba en la riada un tierno beso

Un despuntar de brisa estaba ardiendo
La gema de la gota un denso oleaje
Y la sed de la mar un tierno beso

El cuesco de la lluvia entre los labios
Un racimo de canto entre los senos
Y un cocuyo en la riada de las manos

La carne de la espuma entre los dedos
La admiraban las aguas desleídas
Y esperaba un molusco cual deseo

Un despuntar de lluvia entre los dedos
Las gemas en su canto desleídas
Y la sed en la riada cual deseo

El cuesco de la espuma estaba ardiendo
Un racimo de aguas en oleaje
Y un cocuyo un molusco un tierno beso

La carne de la brisa entre los labios
La admiraba la gota entre los senos
Y esperaba a la mar entre las manos

Un despuntar de gotas tierno beso
La gema de la mar estaba ardiendo
Y la sed de la brisa un denso oleaje

El cuesco de su canto entre las manos
Un racimo de riada entre los labios
Y un cocuyo de lluvia entre los senos

La carne de las aguas cual deseo
La admiraba un molusco entre los dedos
Y esperaba entre espumas desleídas

Un despuntar…
La gema…
Y la sed…

El cuesco…
Un racimo…
Y un cocuyo…

La carne…
La admiraba…
Y esperaba…

El último trozo del corazón

El último trozo del corazón de la abuela se ha vendido. Cuando llegó a Tuxpan, ella dejó su pueblo, su familia y la herencia que su padre le dio, por querer estar con quien fue su marido. Tal vez nunca supo que a partir de ese momento su vida sería un constante entregar y vender. Irse en sí misma con lo que daba; una absoluta pérdida. Vendió el ganado que le regaló su padre y construyó una casa en un amplio terreno que abarcaba la mitad de lo que hoy es una larga cuadra. Cimentó con lo dado lo que sería su futuro.

Si la posesión más preciada de los seres es lo que construyen sus propias manos y perdura en el tiempo, y que algunas veces se logran hacer obras que el mismo tiempo valora y respeta y con ello adquieren el grado de obras de arte, y que ello demuestra las vetas que componen su ser; entonces lo que es sentimental, lo que no busca tener una forma determinada, un relieve específico, y que de igual forma tienen un núcleo imantado que nos obliga a apreciarlo como algo inherente de nuestra esencia, se le puede llamar origen. Mi abuela, al dejar su pueblo buscó echar raíz en ese lugar donde perdió todo para construir algo. Inició el origen de lo que sería su familia.

En específico, no fue la casa el hogar de sus hijos y sus nietos, sino el terreno donde se ubicaba. Con el paso del tiempo a ese lugar homérico, apoteósico en la infancia, le fueron creciendo cercas y muros, y a sus sesenta y tantos años mi abuela se separó de quien fue su marido desde que tenía catorce años, por lo que tuvo que compartir su terreno y quedarse apenas en un espacio de alrededor de trescientos metros cuadrados, divididos entre el patio y la casa. La casa que habita mi abuela no es grande. La hacía grande el corazón de la gente y lo que ella misma había puesto en ella.

Cuando sus hijos se fueron yendo para edificar su destino, y a medida que el lugar que eligió para vivir su vida se fue reduciendo, el corazón de la abuela se fue desmoronando. A veces la gente no entiende que toda destrucción debe tener el fin de un proceso de reconstrucción. Pues aquello que sólo es derribado porque sí, demuestra una decadencia mental, dado que no hay objetivo ni creatividad. Esos seres o personas son una inutilidad. Éstos no tienen ni raíz ni origen ni destino, y en nada ayudan a que otros cumplan su proceso de crear sus obras, que muchas veces puede ser su propia vida.

A uno de sus hijos le dio la casa, donde ahora vive sola. El suelo, que es la raíz de los hombres, es lo que mi abuela tenía. Aquello que fue el patio era el corazón de mi abuela, pues su raíz la echó en ese terreno. Tal vez con premura o por querer mantener su corazón latiendo, cedió a otro de sus hijos el terreno que tenía como patio. A sus ochenta y tantos años mi abuela mira cómo su hijo ha vendido la tierra que fue el origen de la familia. La abuela aún pedía que le dejaran un breve pasillo. Un pasillo que no la conducía a ningún lugar, pero que entiendo sería la vena que le mantendría latiendo el último trozo de su corazón, es decir de lo que construyó con sus propias manos.

El ataque

No había escapatoria. Adondequiera que uno huyera encontraba la muerte. Aun en mi loca carrera pude ver cómo iban cayendo amigos, familiares, conocidos y hasta una ex novia con quien tuve una tormentosa relación; pero no podía detenerme a auxiliarlos y mucho menos a contemplar la dantesca escena. Era mi vida o la de ellos; era nuestra vida, la de todos o la de nadie.

El rayo de muerte era implacable. Por un momento corrí sin rumbo fijo. Sólo quería estar a salvo, que la lanza mortal no me alcanzara.

Sin saber cómo, me encontré con la base de donde provenía toda nuestra desgracia. Escalé la columna sin pensarlo. Desde el lugar en que me encontraba, vi cómo era dirigida la mortífera arma con la que estaban acabando a mi raza. En ese momento la furia me encegueció, y sin dudarlo, presa por la impotencia de no poder hacer algo más por los míos, le asesté al enemigo una sañuda mordida que por un instante contuvo el ataque.

Después de mi hazaña, otros se animaron e hicieron lo mismo hasta que el arma de nuestro atacante se desplomó desde su altura.

La lupa rebotó contra el suelo, y aunque aplastó a varios más, fue el último de los daños. Entre llantos, el cobarde niño salió corriendo desesperadamente, gritando que lo habían atacado las hormigas.

El amor en cada trago

Con frecuencia visitaba la zona roja
La mezcla de perfume y alcohol en las mujeres me causa un enamoramiento instantáneo

Me metía a los bares a gastar el escaso dinero que traía
Un trago en cada exhalo de amor

Dormí con varias de esas criaturas
Que soñaban siempre con una noche más
No por dinero
Sino porque nunca hablé del mañana
Y lo incierto suele ser un caramelo en la boca

Ahora bebo en casa
Solo
Y el amor en cada trago
Es como agua de mar
:

Una sed mortal

Confesión

Confieso que he vivido
Sin escribir
Y me siento vacío

lunes, julio 10, 2006

Ese muerto

Si te digo que vivo. ¿Me crees?

O harás como si el viento
silbara una canción en ruinas

Como si un pétalo de agua rodara por tu frente
y marcara el derrotero de mi nave perdida

Como si la vista encontrara
el límite de las aguas
y fueras a la busca
de ese muerto que soy

martes, abril 18, 2006

Contraproducente

Suelo salir a caminar como un hábito mental más que físico, para no pensar en lo pensado durante el día y dejar la mente como una hoja en blanco. Rodeo el parque cinco o seis veces mientras respiro profundo el aroma de la nada, que poco a poco va llenando mi mente hasta ocupar el espacio donde debería estar lo que iba a escribir cuando llegase de hacer ejercicio.

martes, abril 11, 2006

Pacto

Cuando llegué a Ciudad 2 de Octubre era un neófito en cuanto a flora, fauna, clima, superficie, terreno, usos y costumbres del lugar; suponía que por ser territorio nacional las tradiciones eran las mismas que en cualquier otro sitio del país, pero suponía mal. La frontera es otro país: un híbrido compuesto por raíces e influencias de sus habitantes, vecinos y migrantes.

Ignoraba, por ejemplo, que el zorrillo es un animal muy común por estos lares. Nunca en mi vida había visto uno salvo por televisión. Aquí andan en su estado natural, salvajes.

Por un extraño olor supe de su presencia, un olor penetrante que aprendí a identificar primero por un comentario y después a fuer de repulsión.

A la semana de haber llegado a Ciudad 2 de Octubre tuve mi primer encuentro con un zorrillo. Era muy temprano, aún de madrugada. Atravesó la calle unas 2 ó 3 veces antes que yo llegara a donde él estaba. En los días siguientes su presencia se hizo menos tímida que al principio, hasta que llegó un momento que se detuvo a un lado de la acera y no se movió, lo que obligó a que yo siguiera mi camino por el otro extremo de la calle.

En las semanas que siguieron el zorrillo ya no sólo custodiaba mi tránsito sino que se volvió hostil. Si yo tomaba rumbo por un lado de la calle, él la invadía; si yo retomaba el otro lado, de nuevo el zorrillo regresaba a invadir el espacio. Éramos 2 enemigos de bandos contarios.

Las medidas precautorias que tomé de no agarrarlo a patas hasta matarlo como buen predador natural que somos los humanos fueron bien fundadas. La flatulencia que despide no es causa de terror. En varias ocasiones he visto a estos animales atropellados y, aparte del hedor que despiden, he notado que tienen unos finos colmillos de entre 3 a 5 centímetros que pueden provocar más que un dolor, además de ser transmisor de la rabia.

Mis encuentros y desencuentros terminaron cuando el transporte que me lleva al trabajo cambió su ruta. Fue entonces que la calle entera fue para el zorrillo.

Hoy tuve otro romántico encuentro con uno más. Mientras esperaba la llegada de mi transporte, se acercó a escasos 2 metros de distancia, me miró por un instante y siguió su camino, como si hiciera un pacto de no agresión en esta nueva calle donde ambos nos conocemos por primera vez.

lunes, abril 10, 2006

Tsunami

Para marcar la pauta a mi lectura doblé la esquina de la página. En ese momento la historia de Robinson Crusoe cambió para siempre cuando en su isla sobrevino el tsunami.

Espejo

Me levanté con tanto temor de ser el mismo que me asomé al espejo. En esa imagen nada había cambiado, sólo el deseo de ser distinto.

viernes, abril 07, 2006

Advertencia:

El presente texto contiene agua. No lo agite, incline o voltee, puede que usted se moje. Al leerlo no lo mueva, de lo contrario su sentido se distorsionará. La exposición prolongada puede causar un gusto irrenunciable por la lluvia, las gotas, la brisa y el mar, y en general por la lectura. Consulte a su diccionario si persisten las molestias.

Poema

Primero
Fue una gota
En medio de la nada
De repente le crecieron alas
Después la invadió una idea
Entonces la lluvia cayó sobre la hoja
Y germinó el poema

viernes, marzo 31, 2006

Ciudad 2 de Octubre

Vivo en una pequeña ciudad fronteriza del estado de Tamaulipas, sería pueblo si no tuviera título de urbe, un título que en lo personal es paradójico por el nombre que lleva: Gustavo Díaz Ordaz, o como le dice el guru Monsiváis: "Ciudad 2 de Octubre". Cuando anduvo por estos rumbos el personaje por el que lleva el nombre la ciudad, su sexto sentido (no, su 68 sentido) de seguro le dijo: no pises ese lugar, concédeles el olvido de los estudiantes muertos; y así, ni olvidados ni vueltos a ver jamás, estudiantes y pueblo. Pasó de largo el ex presidente dejando un halo de desprecio del cual era muy dueño y natural en su persona.

Cuando mi tío Roque fue a estudiar a la ciudad de México, nadie imaginó que no solo él sino toda la familia estaríamos expuestos a las represiones policíacas, generadas a partir de la Matanza de Tlatelolco y su activa militancia en la Liga Comunista 23 de Septiembre, por lo que fue encarcelado en 1973 y finalmente desaparecido en 1981.


Pareciera un cuento kafkiano, Gorkiano o Garciamarquesco, o una mezcla de todos, el vivir con el estigma del 68 (sin siquiera haber nacido en esa época), vivir con las secuelas de la Guerra Sucia, vivir la desaparición de no solo el tío Roque, sino otros familiares; vivir arrastrando las libertades asesinas de Echeverría, Nazar Haro y por supuesto Díaz Ordaz, y habitar una pequeña ciudad que lleva su nombre, como diciendo: "2 de Octubre no se olvida". Ni el 68 ni el 71 ni el 73 ni el 81 ni el 94 ni Aguas Blancas... No se olvidan fechas históricas, lugares imborrables y a veces oscuros, negros, como el nombre de esta ciudad que ahora habito y me habita.

jueves, marzo 30, 2006

Eutanasia

Para Will Rodríguez
Otra versión de "Asesinato de una cebolla"


Seguro fue compasión lo que sintió aquel hombre. Aunque no dudó en utilizar el cuchillo para acabar con ellos, sigo creyendo que se compadeció de verlos tan solos, imposibles al amor y expuestos a que el tiempo terminara con ellos.

La roja sangre de uno y trozos de blanca piel de la otra quedan como evidencia del descuartizamiento.

Con mano firme partió el tomate, pero cuando acabó con la cebolla una lágrima brotó sin consuelo. Seguro fue compasión lo que sintió aquel hombre.

miércoles, marzo 29, 2006

Compu-Minuteman

Si escribo mis lectores
Con letras so burlonas
Seguro es la culpable
Mi compu anglosajona

La obtuve de descuento
En un viaje a McAllen
Tres verdes me ha costado
Sin cargo de los taxes

No hay duda es del primer
Mundo cosmopolita
Lo mas in en vanguardia
De punta en tecnologia

Seguro lo notaste
Que tiene ese detalle:
No acepta nuestro idioma
Batalla pa' entenderme

Tambien es evidente
Y muy fuerte por cierto:
Carece de la tilde
Que acompana al acento

Sospecho que mi compu
Incluso empieza a odiarme
Mi origen de latino
Al escribir me sale

Asi que me disculpo
Por mi compu racista
Que cambia los sentidos
Que sin pensar trasmita

Lo dijo en su defensa
El gran Chavo del Ocho
Si acaso yo lo ofendo
"Fue sin querer queriendo"

Espectros

5:10. Suena el despertador. Me levanto mecánicamente, con desgana. Aún está oscuro para ver más allá de unos metros de distancia. Cuando hay claridad, mi ventana me ofrece la vista de "El Dorado", de la "Tierra Prometida", de "El Sueño Americano", detrás del río Bravo. Pero en la madrugada la ventana sólo es un rectángulo sin paisaje, aunque de vez en cuando se ve una luz que guía a un desfile de aspirantes a mojados, que si sobreviven al látigo de las corrientes, al veneno sanguíneo de los Minutemans y a la mordida del desierto, vivirán como muertos en el otro lado. De cualquier manera mi ventana ya me ofrece su visión de espectros.

lunes, marzo 27, 2006

Le da por llorar al niño

A veces le da por llorar al niño. En ese momento me entra una angustia y me imagino todo lo que puede adolecer. Los primeros días que me pasaba lo mismo salía corriendo a la farmacia a preguntar qué le podía dar al pequeñito, y siempre me salían con lo mismo: que fuera al doctor, que en la clínica popular cobraban muy poco, que si no se había golpeado, que esto y lo otro; me decían una bola de cosas que en nada me ayudaban a quitarle el llanto a mi chiquito. Claro, ellos pueden decir misa, como no están en estado igual que uno, y más que ya me falta bien poquito para dar a luz.

Pero les digo, eso fue al principio, porque desde que llegó mi marido, el papá del bebé que voy a tener, no el del otro chamaco, todo ha cambiado. Incluso me ayudó a que ya no chille tanto el chiquillo. Primero se enojaba mucho conmigo cuando eso pasaba; hasta me daba mis cachetadas. Pero eran sin querer. Él me quiere mucho aunque se desespere. Yo lo entiendo, la cría es bien latosa cuando hace sus rabietas y no para de berrear. Además, yo me merecía esos golpes porque no hacía callar al engendro, como él le dice de cariño.

Un día, sin querer, encontramos el remedio para que no llorara la criatura. Como mi viejo fuma yerba porque está enfermo de reuma y así se le quitan sus dolores, no vayan a pensar que es un vicioso ni mucho menos; eso se lo recomendó un amigo de mi esposo que es doctor, brujo, o algo así. Les digo, como él la fuma y yo lo acompaño sólo cuando no puedo dormir, porque también sirve para el insomnio, un día que el niño estaba hecho un mar de lágrimas le llegó el humito, al poco rato estaba bien dormido, hasta parecía un ángel el pobrecito.

Después de esa ocasión, cada que fuma la dosis que le recetaron a mi marido, le sopla un poquito al bebé, lo humea, y al rato parece un pan de Dios mi nene. Incluso en la mañana, cuando el pequeñito estaba a moco tendido, le hizo lo mismo, y para que le hiciera efecto más rápido, después de soltarle la bocanada de humo, le puso encima de la cara una cajita para que no se escapara nada. Así que no me digan ahora que sí se escapó algo y que fue su vida, porque como le da por llorar al niño, para mí que encontró la manera de molestar y se murió de tanto llanto.

viernes, marzo 24, 2006

Esa otra sangre

A Braulio Peralta
Cuando se toparon de frente, sobre la estrecha calle de tepetate, el aire se ensanchó.

Las miradas afiladas cortaban a cada parpadeo.

La Vieja y el Negro apartaron a sus respectivas comparsas. Unos venían del norte; los otros del sur. A ambos les relucía por igual el traje que portaban.

En la tradición de exponer la traición de Malintzin: hombres presididos por una “Vieja” y otros dirigidos por un “Negro” (dos maneras de interpretar lo mismo), todas las calles habían sido recorridas con bailes a cambio de monedas. Sólo faltaba ésta.

Sin embargo, los espejos de la Vieja querían opacar el machete del Negro. Ya no se trataba de bailar. Lo de ellos era imponerse el uno sobre el otro para embolsarse el dinero. Tal vez para ganarse el respeto.

De sus enaguas, la Vieja desenfundó el cuchillo. El Negro miró su negro machete sin filo. La Vieja gritó del mismo modo que durante el baile, como invocando a la muerte. El Negro giró igual que lo hacía con sus compañeros, sin los versos de por medio. Ambos realizaron movimientos similares: semicírculos, desplazamientos, esguinces y un tirarse a morir sobre su oponente.

Cuando el cuchillo de la Vieja cortó la garganta de su adversario, el Negro tocó tierra tras atravesar el cuerpo del rival.

Encima de la Vieja, el Negro. La sangre era la misma en ambas armas. Una gota posada en los labios le dijo a la Vieja es tuya esa otra sangre. El Negro se miró en el rostro ajeno. Los dos se reconocieron en los ojos de la muerte.

La Vieja se quitó el disfraz. El Negro apartó la máscara de su cara.

Era tarde para decir cualquier cosa. Padre e hijo perecieron.


Ninguna Malinche bailó por algunos años.

La flor de Gabo

A mi hermana

Ese día iba llegar Fidel. Ya estaba confirmado. La presencia de Gabo fue una sorpresa. Pero no fue sino hasta que ya estaba hablando Gutiérrez Barrios que nos dimos cuenta que ahí estaba el escritor. Pero vayamos por pasos.

Todo fue una coincidencia. Nosotros teníamos planeado asaltar el banco. Ya estaba platicado ese asunto. Lo siguiente era planearlo al detalle. Quedamos de vernos en el parque, donde nos enteramos de la noticia que el día estipulado para el atraco sería el mismo que la inauguración del Museo-Casa de Fidel Castro, como lo anunciaron al principio; claro, después le buscaron un nombre más decoroso y diplomático y le endilgaron el de Museo de la Amistad México-Cuba.

Nos pusimos a pensar en el gentío que se dejaría venir por la presencia de Fidel, el gobernador del estado, la burocracia local y la prensa de todo el mundo. Habría mucha vigilancia por todos lados. Sin embargo, dejamos que las cosas siguieran según los planes, sin la certeza de realizarlas. Era como bromear acerca de lo que se nos vino abajo. A partir de ese momento la desconfianza del valor de unos sobre otros permeó el ambiente. Estábamos a la espera de ver al cobarde que dijera siempre no, yo no le entro, yo me rajo.
En cambio, contábamos con colocarnos al lado del estrado donde estaría Fidel. Incluso inventamos unas consignas de hermandad hacia Cuba. Nos sentíamos méxico-cubanos por el solo hecho de que el Granma partió de aguas mexicanas hacia su revolución.

Frente a nosotros, el entarimado; a los lados, el gentío; y por detrás, un mar de guaruras abriendo camino para que pasara Fidel y el resto de los oradores hasta el podium que estaba a orillas del río. Gutiérrez Barrios fue interrumpido varias veces por los vivas hacia Cuba. Pero fue silenciado en definitiva cuando descubrimos a Gabo escondido tras la mesa de honor, volcándose las admiraciones hacia él. Todos queríamos un autógrafo del escritor; unos lo obtuvieron en las banderitas de México que salieron a relucir, incluso en las que imprimieron con los colores de Puerto Rico en lugar de Cuba.

Para impresionar al escritor dejé el evento y quise ir a casa a traer un libro de su autoría. La ciudad era un desierto. La oportunidad estaba a la mano. La gente estaba concentrada en lo que fue la casa de Fidel. Ya no llegué a mi destino. Es por eso que cuando salí del banco, después de extraer el dinero y volver al acto público, le extendí un billete para que lo firmara el colombiano. Lo desdobló sobre la mesa. Miró la nominación del billete y sacó otro de su bolso donde dibujó una flor.

Con las investigaciones del robo tuve que enterrar el dinero y por temor ya no lo quise sacar para gastarlo. Así que nos les miento cuando les digo que los billetes germinaron, dando flores sólo cuando cumple años Gabriel García Márquez.

Gotas en el espejo

A media habitación
La mesa llena de silencio

Frente a ella el espejo
Amando su impostura

Alguien ha puesto un vaso
En un brote imperfecto de madera

Se abisma vidrio y líquido
Conteniendo el asombro

Una estrella en el suelo
Y miles de centellas

Astillas en la mesa
Gotas en el espejo

El amor se deforma
Según es el reflejo

Precieran palabras...

Parecieran palabras estas gotas
Borroneadas
Imprecisas
Dispuestas al azar
Que caen desesperadas
Queriendo empapar la hoja
Para decir que va llover
Al final del poema