viernes, marzo 31, 2006

Ciudad 2 de Octubre

Vivo en una pequeña ciudad fronteriza del estado de Tamaulipas, sería pueblo si no tuviera título de urbe, un título que en lo personal es paradójico por el nombre que lleva: Gustavo Díaz Ordaz, o como le dice el guru Monsiváis: "Ciudad 2 de Octubre". Cuando anduvo por estos rumbos el personaje por el que lleva el nombre la ciudad, su sexto sentido (no, su 68 sentido) de seguro le dijo: no pises ese lugar, concédeles el olvido de los estudiantes muertos; y así, ni olvidados ni vueltos a ver jamás, estudiantes y pueblo. Pasó de largo el ex presidente dejando un halo de desprecio del cual era muy dueño y natural en su persona.

Cuando mi tío Roque fue a estudiar a la ciudad de México, nadie imaginó que no solo él sino toda la familia estaríamos expuestos a las represiones policíacas, generadas a partir de la Matanza de Tlatelolco y su activa militancia en la Liga Comunista 23 de Septiembre, por lo que fue encarcelado en 1973 y finalmente desaparecido en 1981.


Pareciera un cuento kafkiano, Gorkiano o Garciamarquesco, o una mezcla de todos, el vivir con el estigma del 68 (sin siquiera haber nacido en esa época), vivir con las secuelas de la Guerra Sucia, vivir la desaparición de no solo el tío Roque, sino otros familiares; vivir arrastrando las libertades asesinas de Echeverría, Nazar Haro y por supuesto Díaz Ordaz, y habitar una pequeña ciudad que lleva su nombre, como diciendo: "2 de Octubre no se olvida". Ni el 68 ni el 71 ni el 73 ni el 81 ni el 94 ni Aguas Blancas... No se olvidan fechas históricas, lugares imborrables y a veces oscuros, negros, como el nombre de esta ciudad que ahora habito y me habita.

jueves, marzo 30, 2006

Eutanasia

Para Will Rodríguez
Otra versión de "Asesinato de una cebolla"


Seguro fue compasión lo que sintió aquel hombre. Aunque no dudó en utilizar el cuchillo para acabar con ellos, sigo creyendo que se compadeció de verlos tan solos, imposibles al amor y expuestos a que el tiempo terminara con ellos.

La roja sangre de uno y trozos de blanca piel de la otra quedan como evidencia del descuartizamiento.

Con mano firme partió el tomate, pero cuando acabó con la cebolla una lágrima brotó sin consuelo. Seguro fue compasión lo que sintió aquel hombre.

miércoles, marzo 29, 2006

Compu-Minuteman

Si escribo mis lectores
Con letras so burlonas
Seguro es la culpable
Mi compu anglosajona

La obtuve de descuento
En un viaje a McAllen
Tres verdes me ha costado
Sin cargo de los taxes

No hay duda es del primer
Mundo cosmopolita
Lo mas in en vanguardia
De punta en tecnologia

Seguro lo notaste
Que tiene ese detalle:
No acepta nuestro idioma
Batalla pa' entenderme

Tambien es evidente
Y muy fuerte por cierto:
Carece de la tilde
Que acompana al acento

Sospecho que mi compu
Incluso empieza a odiarme
Mi origen de latino
Al escribir me sale

Asi que me disculpo
Por mi compu racista
Que cambia los sentidos
Que sin pensar trasmita

Lo dijo en su defensa
El gran Chavo del Ocho
Si acaso yo lo ofendo
"Fue sin querer queriendo"

Espectros

5:10. Suena el despertador. Me levanto mecánicamente, con desgana. Aún está oscuro para ver más allá de unos metros de distancia. Cuando hay claridad, mi ventana me ofrece la vista de "El Dorado", de la "Tierra Prometida", de "El Sueño Americano", detrás del río Bravo. Pero en la madrugada la ventana sólo es un rectángulo sin paisaje, aunque de vez en cuando se ve una luz que guía a un desfile de aspirantes a mojados, que si sobreviven al látigo de las corrientes, al veneno sanguíneo de los Minutemans y a la mordida del desierto, vivirán como muertos en el otro lado. De cualquier manera mi ventana ya me ofrece su visión de espectros.

lunes, marzo 27, 2006

Le da por llorar al niño

A veces le da por llorar al niño. En ese momento me entra una angustia y me imagino todo lo que puede adolecer. Los primeros días que me pasaba lo mismo salía corriendo a la farmacia a preguntar qué le podía dar al pequeñito, y siempre me salían con lo mismo: que fuera al doctor, que en la clínica popular cobraban muy poco, que si no se había golpeado, que esto y lo otro; me decían una bola de cosas que en nada me ayudaban a quitarle el llanto a mi chiquito. Claro, ellos pueden decir misa, como no están en estado igual que uno, y más que ya me falta bien poquito para dar a luz.

Pero les digo, eso fue al principio, porque desde que llegó mi marido, el papá del bebé que voy a tener, no el del otro chamaco, todo ha cambiado. Incluso me ayudó a que ya no chille tanto el chiquillo. Primero se enojaba mucho conmigo cuando eso pasaba; hasta me daba mis cachetadas. Pero eran sin querer. Él me quiere mucho aunque se desespere. Yo lo entiendo, la cría es bien latosa cuando hace sus rabietas y no para de berrear. Además, yo me merecía esos golpes porque no hacía callar al engendro, como él le dice de cariño.

Un día, sin querer, encontramos el remedio para que no llorara la criatura. Como mi viejo fuma yerba porque está enfermo de reuma y así se le quitan sus dolores, no vayan a pensar que es un vicioso ni mucho menos; eso se lo recomendó un amigo de mi esposo que es doctor, brujo, o algo así. Les digo, como él la fuma y yo lo acompaño sólo cuando no puedo dormir, porque también sirve para el insomnio, un día que el niño estaba hecho un mar de lágrimas le llegó el humito, al poco rato estaba bien dormido, hasta parecía un ángel el pobrecito.

Después de esa ocasión, cada que fuma la dosis que le recetaron a mi marido, le sopla un poquito al bebé, lo humea, y al rato parece un pan de Dios mi nene. Incluso en la mañana, cuando el pequeñito estaba a moco tendido, le hizo lo mismo, y para que le hiciera efecto más rápido, después de soltarle la bocanada de humo, le puso encima de la cara una cajita para que no se escapara nada. Así que no me digan ahora que sí se escapó algo y que fue su vida, porque como le da por llorar al niño, para mí que encontró la manera de molestar y se murió de tanto llanto.

viernes, marzo 24, 2006

Esa otra sangre

A Braulio Peralta
Cuando se toparon de frente, sobre la estrecha calle de tepetate, el aire se ensanchó.

Las miradas afiladas cortaban a cada parpadeo.

La Vieja y el Negro apartaron a sus respectivas comparsas. Unos venían del norte; los otros del sur. A ambos les relucía por igual el traje que portaban.

En la tradición de exponer la traición de Malintzin: hombres presididos por una “Vieja” y otros dirigidos por un “Negro” (dos maneras de interpretar lo mismo), todas las calles habían sido recorridas con bailes a cambio de monedas. Sólo faltaba ésta.

Sin embargo, los espejos de la Vieja querían opacar el machete del Negro. Ya no se trataba de bailar. Lo de ellos era imponerse el uno sobre el otro para embolsarse el dinero. Tal vez para ganarse el respeto.

De sus enaguas, la Vieja desenfundó el cuchillo. El Negro miró su negro machete sin filo. La Vieja gritó del mismo modo que durante el baile, como invocando a la muerte. El Negro giró igual que lo hacía con sus compañeros, sin los versos de por medio. Ambos realizaron movimientos similares: semicírculos, desplazamientos, esguinces y un tirarse a morir sobre su oponente.

Cuando el cuchillo de la Vieja cortó la garganta de su adversario, el Negro tocó tierra tras atravesar el cuerpo del rival.

Encima de la Vieja, el Negro. La sangre era la misma en ambas armas. Una gota posada en los labios le dijo a la Vieja es tuya esa otra sangre. El Negro se miró en el rostro ajeno. Los dos se reconocieron en los ojos de la muerte.

La Vieja se quitó el disfraz. El Negro apartó la máscara de su cara.

Era tarde para decir cualquier cosa. Padre e hijo perecieron.


Ninguna Malinche bailó por algunos años.

La flor de Gabo

A mi hermana

Ese día iba llegar Fidel. Ya estaba confirmado. La presencia de Gabo fue una sorpresa. Pero no fue sino hasta que ya estaba hablando Gutiérrez Barrios que nos dimos cuenta que ahí estaba el escritor. Pero vayamos por pasos.

Todo fue una coincidencia. Nosotros teníamos planeado asaltar el banco. Ya estaba platicado ese asunto. Lo siguiente era planearlo al detalle. Quedamos de vernos en el parque, donde nos enteramos de la noticia que el día estipulado para el atraco sería el mismo que la inauguración del Museo-Casa de Fidel Castro, como lo anunciaron al principio; claro, después le buscaron un nombre más decoroso y diplomático y le endilgaron el de Museo de la Amistad México-Cuba.

Nos pusimos a pensar en el gentío que se dejaría venir por la presencia de Fidel, el gobernador del estado, la burocracia local y la prensa de todo el mundo. Habría mucha vigilancia por todos lados. Sin embargo, dejamos que las cosas siguieran según los planes, sin la certeza de realizarlas. Era como bromear acerca de lo que se nos vino abajo. A partir de ese momento la desconfianza del valor de unos sobre otros permeó el ambiente. Estábamos a la espera de ver al cobarde que dijera siempre no, yo no le entro, yo me rajo.
En cambio, contábamos con colocarnos al lado del estrado donde estaría Fidel. Incluso inventamos unas consignas de hermandad hacia Cuba. Nos sentíamos méxico-cubanos por el solo hecho de que el Granma partió de aguas mexicanas hacia su revolución.

Frente a nosotros, el entarimado; a los lados, el gentío; y por detrás, un mar de guaruras abriendo camino para que pasara Fidel y el resto de los oradores hasta el podium que estaba a orillas del río. Gutiérrez Barrios fue interrumpido varias veces por los vivas hacia Cuba. Pero fue silenciado en definitiva cuando descubrimos a Gabo escondido tras la mesa de honor, volcándose las admiraciones hacia él. Todos queríamos un autógrafo del escritor; unos lo obtuvieron en las banderitas de México que salieron a relucir, incluso en las que imprimieron con los colores de Puerto Rico en lugar de Cuba.

Para impresionar al escritor dejé el evento y quise ir a casa a traer un libro de su autoría. La ciudad era un desierto. La oportunidad estaba a la mano. La gente estaba concentrada en lo que fue la casa de Fidel. Ya no llegué a mi destino. Es por eso que cuando salí del banco, después de extraer el dinero y volver al acto público, le extendí un billete para que lo firmara el colombiano. Lo desdobló sobre la mesa. Miró la nominación del billete y sacó otro de su bolso donde dibujó una flor.

Con las investigaciones del robo tuve que enterrar el dinero y por temor ya no lo quise sacar para gastarlo. Así que nos les miento cuando les digo que los billetes germinaron, dando flores sólo cuando cumple años Gabriel García Márquez.

Gotas en el espejo

A media habitación
La mesa llena de silencio

Frente a ella el espejo
Amando su impostura

Alguien ha puesto un vaso
En un brote imperfecto de madera

Se abisma vidrio y líquido
Conteniendo el asombro

Una estrella en el suelo
Y miles de centellas

Astillas en la mesa
Gotas en el espejo

El amor se deforma
Según es el reflejo

Precieran palabras...

Parecieran palabras estas gotas
Borroneadas
Imprecisas
Dispuestas al azar
Que caen desesperadas
Queriendo empapar la hoja
Para decir que va llover
Al final del poema