sábado, diciembre 09, 2006

El ataque

No había escapatoria. Adondequiera que uno huyera encontraba la muerte. Aun en mi loca carrera pude ver cómo iban cayendo amigos, familiares, conocidos y hasta una ex novia con quien tuve una tormentosa relación; pero no podía detenerme a auxiliarlos y mucho menos a contemplar la dantesca escena. Era mi vida o la de ellos; era nuestra vida, la de todos o la de nadie.

El rayo de muerte era implacable. Por un momento corrí sin rumbo fijo. Sólo quería estar a salvo, que la lanza mortal no me alcanzara.

Sin saber cómo, me encontré con la base de donde provenía toda nuestra desgracia. Escalé la columna sin pensarlo. Desde el lugar en que me encontraba, vi cómo era dirigida la mortífera arma con la que estaban acabando a mi raza. En ese momento la furia me encegueció, y sin dudarlo, presa por la impotencia de no poder hacer algo más por los míos, le asesté al enemigo una sañuda mordida que por un instante contuvo el ataque.

Después de mi hazaña, otros se animaron e hicieron lo mismo hasta que el arma de nuestro atacante se desplomó desde su altura.

La lupa rebotó contra el suelo, y aunque aplastó a varios más, fue el último de los daños. Entre llantos, el cobarde niño salió corriendo desesperadamente, gritando que lo habían atacado las hormigas.

No hay comentarios.: